¿A dónde te llevan tus pensamientos?

Pensar en los síntomas.

Hay diferentes maneras de pensar en los síntomas.

Por ejemplo, se puede pensar en los síntomas como el sistema de alarma de la naturaleza. Esta alarma nos avisa de posibles problemas en el organismo. Nos hacen prestar atención a los lugares donde podría haber lesiones o enfermedades.

Algunas formas de pensar son más útiles que otras. Lo que ocurre en nuestros pensamientos repercute en nuestro cuerpo. Cada pensamiento crea una onda que resuena a través de nosotros.

Las preocupaciones y cavilaciones provocan un estrés corporal que mantiene la fatiga y otros síntomas.  Mantener la calma y adoptar pensamientos positivos puede ayudar a nuestro cuerpo a entrar en un estado de descanso y reparación fisiológicos.

Esta forma de ver los síntomas permite a tu cuerpo iniciar un proceso de curación. Nuestros pensamientos guían el camino hacia la recuperación. Cuando anticipas que tu cuerpo va a mejorar, es más probable que emprendas acciones que apoyen ese proceso.

 

Explorar interacciones

Mantén la curiosidad por tus síntomas.

¿Por qué?

Nuestros pensamientos tienen un impacto real en nuestro cuerpo. Los pensamientos pueden mantenernos en modo de emergencia o ayudarnos a entrar en reposo fisiológico, donde es posible la curación.

He aquí algunos consejos a explorar:

1. Confía en que tu cuerpo se recuperará.

Muchas personas se recuperan de síntomas funcionales, y confiar en que las cosas pueden cambiar suele ser una parte importante de esa recuperación.

2. Recuerda que el cuerpo tiene muchos mecanismos curativos incorporados.

Esto significa que no siempre es necesario encontrar una cura específica para que los síntomas mejoren. Hay muchas maneras en que podemos apoyar el proceso de curación.

Si tus médicos identifican un proceso patológico para el cual existe una cura específica, confiar en tu cuerpo y en su notable capacidad de curación no te hará daño. De hecho, te ayudará a aprovechar al máximo el tratamiento.

3. Déjate tranquilizar.

Es útil aprender a ver los resultados normales de pruebas para descartar enfermedades graves como algo tranquilizador y no como una causa de mayor ansiedad.

Es posible que tu mente ansiosa quiera seguir intentando encontrar explicaciones a los síntomas. Si te sientes preocupado y estás tratando de descubrir por qué tienes ciertos síntomas, es importante saber que una vez que se desencadenan los síntomas, pueden seguir apareciendo sin una nueva razón.

Por lo tanto, está bien darle a tu mente un descanso de la búsqueda constante de explicaciones.

4. Los pensamientos generan más pensamientos.

Es fácil quedar atrapado en el mundo de los pensamientos ansiosos. Es importante que el cuerpo tenga algo de espacio para simplemente ser, entre pensamiento y pensamiento.

Para que los pensamientos se calmen, intenta decirte a ti mismo: «Yo no soy mis pensamientos. Hay espacio más allá de mis pensamientos».

5. Presta atención al sentimiento bajo el pensamiento.

Cuando tenemos un pensamiento, siempre hay un sentimiento subyacente. A veces pensamos demasiado como una forma de evitar sentir.

Pregúntate: «¿Qué es lo que no estoy preparado para sentir?».

Si no nos quedamos atrapados pensando en ellos, muchos sentimientos pasan rápidamente por el cuerpo.

6. Explora posibles cambios.

Fíjate en los momentos del día en los que tu actitud es apática, crítica o evasiva. Cambia tu actitud por otra de interés y amabilidad.

Por ejemplo, prueba a recibir un síntoma con curiosidad y amabilidad.

¿En qué se diferencian los síntomas una vez que lo has hecho?

7. Háblate a ti mismo con amabilidad.

La autoconversación suave y compasiva da permiso al cuerpo para relajarse. Este es el estado en el que la restauración y la reparación se producen mejor.

Ponte la mano en el corazón y envíate palabras amables y cariñosas.

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Consejo de los terapeutas

Sin amabilidad hacia nosotros mismos, nuestro patrón suele ser sabotear todos nuestros mejores esfuerzos, una y otra vez, acabando donde empezamos. Este es un problema especialmente para personas propensas a sentir vergüenza o culpa.

Si reconoces este patrón de autoconversación crítica, la única forma de interrumpirlo es ofreciéndote a ti mismo atención y cariño. Ponerse la mano en el corazón puede ayudar. Trae a tu mente una frase cariñosa o un deseo que resuene contigo. Ofrécete esa fase con todo el amor y delicadeza que puedas. Hazlo varias veces hasta que sientas que es sincero. Percibe la sinceridad.

Apoyo

Las terapias de conversación (también conocidas como tratamientos psicológicos), suelen recomendarse como parte del tratamiento para trastornos funcionales. Pueden ser especialmente útiles si reconoces que los patrones de pensamiento o emocionales empeoran tus síntomas, o si te cuesta hablarte con amabilidad a ti mismo.

La terapia cognitivo-conductual es el tratamiento con mayor base empírica. También hay otros tipos de terapia basados en evidencias. La oferta de cuáles son accesibles a través de tu sistema sanitario local puede variar. Probablemente la forma que adopte la terapia hablada no sea lo principal. Lo importante es encontrar un terapeuta que te entienda a ti y a tus dificultades.

Cuando nos sentimos atrapados con nuestros patrones de pensamiento, la medicación puede ser útil. Los antidepresivos, como la duloxetina o la amitriptilina, se recetan habitualmente para la ansiedad, el trastorno de síntomas funcionales y el dolor crónico.

Estos medicamentos no sólo mejoran el estado de ánimo. Pueden ayudar al cuerpo a relajarse y a que se formen nuevas vías neuronales. Esto puede ayudarnos a iniciar el proceso de cambio cuando nos sentimos atrapados e indefensos.